Era una noche estrellada y de luna llena, mientras el resto del mundo dormía bajo su cómoda frazada, yo estaba tiritando de frío y maldiciendo la hora en que acepte ir de campamento a la hacienda que acababa de heredar un amigo de la infancia; mientras terminaba de acomodar mi “pequeña” maleta.
La hacienda era increíble, tenía más áreas verdes de las que jamás pensé ver, los animales tenían tanto espacio que ni percibían que estaban en “cautiverio”; sin embargo lo que más me sorprendió fue un viejo y lúgubre edificio con pinta de taller de mecánica.
La cena estuvo deliciosa y tal vez hubiera estado mejor si no hubiese preguntado por aquella construcción extraña.
Según mi amigo, era una herrería que se encontraba en ese terreno desde ya hace muchos años y como debía ser tenía una leyenda.
Imagen:
http://actualidad.es.msn.com/galeria.aspx?cp-documentid=10722343&imageindex=19
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